lunes, 18 de enero de 2010

Rumbo a la gloria


¡Qué gran noticia! por fin alguien se ha decidido a publicar en español la autobiografía del "proto-folkie" americano Woody Guthrie. Bravo por La editorial Global Rhythm Press, que tiene un catálogo impresionante por cierto.
Hasta este año debíamos contentarnos con la edición original en inglés, que contaba con el gran obstáculo de contener multitud de términos y frases hechas en jerga muy localista, lo que provocaba innumerables interrupciones de la lectura en busca de un diccionario y en busca de una interpretación contextual, a veces sin éxito. Ahora nos llega con la muy lograda traducción de Ezequiel Martínez.
Son las memorias de la primera figura de la era moderna del folklore americano. Guthrie es el catalizador del blues, el gospel y el work song, junto con las baladas británicas y el sonido Nashville. La coctelera del folk norteamericano.
Es Guthrie un punto de referencia para una innumerable lista de gigantes de la música popular, empezando fundamentalmente por Bob Dylan (“mi vida cambió el día en que me pusieron un disco de Woody”), Simon & Garfunkel, los Byrds, Joni Mitchell o Leonard Cohen, o más actuales como The Jayhawks, Lucinda Williams o Ryan Adams.
Rumbo a la gloria nos relata la época de la Gran Depresión del inicio de los años treinta y del éxodo desde la devastada por la sequía Oklahoma hasta la “tierra prometida” en California, donde decían uno podía hartarse de comer fruta fresca, pero donde desgraciadamente todo el que llegaba quedaba decepcionado al ver como la policía detenía a todos los inmigrantes en una especie de puesto de fronteras interno donde se comprobaban las identidades y se enviaban a los que no tenían un puesto de trabajo asegurado y garantizado por contrato a los “jungle-camps”, una suerte de campos de refugiados en las afueras de Los Ángeles y San Diego. La misma aventura relatada tan magistralmente por Steinbeck en Las uvas de la ira.
En esa travesía de caminos polvorientos, autostop y vagones de carga compartidos con otros oakies y vagabundos, Guthrie iba asumiendo las voces de la América profunda. Toda esa experiencia de fracasos, ilusiones, decepciones,...
El legado de Guthrie es sin duda expresión de la manera de sentir y de vivir de esa nación. Ya en los años 40, Alan Lomax, musicólogo e infatigable recopilador del folklore, invitó a Guthrie a Washington para grabar sus canciones con destino a los archivos de la Librería del Congreso. Según muchos entendidos, nunca había tocado y cantado con tanto brío como ese día.En palabras de un periodista del New York Times:
“algún día la gente advertirá que Woody Guthrie y las diez mil canciones que desprenden de las cuerdas de su guitarra pertenecen al patrimonio nacional tanto como Yellowstone o Yosemite, que forman parte de lo mejor que este país puede ofrecer al mundo”

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