Cuentan que un jovencísimo Miles Davis, criado en una familia acomodada de St. Louis, donde la música era parte de la cotidianeidad, estuvo a punto de elegir el violín antes que la trompeta. Su madre apostaba por el delicado instrumento de cuerda, mejor representante de la cultura occidental “seria” y con mucha mejor fama que el de viento, siempre asociado a un ambiente poco recomendable.
Otro momento similar vivió un joven Robert Zimmerman. El comenzar el primer curso de la Universidad de Minnesota, su padre empezó a sospechar de las intenciones de Dylan de no acabar sus estudios. Encomendó a un sobrino, Jerry, cinco años mayor que Bob, que hablara "seriamente" con él. Así hizo el primo Jerry. Trató de convencerle de estudiar y aprobar todas las asignaturas, porque de lo contrario "nunca llegarás a nada, ni a valerte por ti mismo, ni a encontrar un buen trabajo".
Afortunadamente no le hizo ningún caso, y semanas después estaba montado en un coche en direccióna Nueva York.
Años después, las universidades de Princeton y St Andrews le concedían el titulo de Doctor Honoris Causa.
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