Bob. El mundo que te sigue cae en el desaliento cuando tu nombre tantas veces escuchado en las quinielas del Nobel de Literatura no es mencionado por Peter Englund, secretario de la Academia Sueca.
Dylan. Hace poco Juan Fernando Andrade, en una colaboración para este Diario, soñaba con cuál sería tu reacción si recibieses el premio, “tranquilo y en paz consigo mismo”; “será feliz, pero nunca se lo dirá a nadie”.
Este año fue Mo Yan; el anterior, Tranströmer; hace dos, Vargas Llosa… y tú, letrista profundo, eterno candidato, todavía no suenas en la voz del académico desde Estocolmo; aunque suenas, ensueñas y resuenas con cada canción, banda sonora de tantas vidas. Claro, no se desestima al resto de autores premiados, por más poco conocidos que sean.
Parecía que una respuesta soplaba en el viento cuando le dieron el Asturias de las Letras a Leonard Cohen; parecía digo, porque al fin veían que el hecho de que la literatura llegase a multitudes a través de una canción, no desestimaba la calidad del autor. Pero aún nos deben…
¿Quién sabe? Tal vez es la resistencia de una institución canónica para premiar a un ícono popular, o el temor a un riesgo aún no medido… Nosotros abrimos una conversación: Hoy a las 12:00, sobre los posibles porqués, pero más que nada es una excusa para hablar de tu letra y música y escudriñar (cuestionar) las razones del Nobel… quizá algún rato a las 06:00 de Ecuador, se escuche: “por equis y tantas razones el Nobel ‘goes to’ Robert Zimmerman”.
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