Bielsa, con la cabeza muy lejos de aquí
Hay personas cuyas cabezas parecen estar a millones de kilómetros de la tierra que pisan sus pies. Por lo general son seres fascinantes, poco corrientes, alejados de la vulgaridad. Muchos les llaman locos, como a Marcelo Bielsa, el sensacional seleccionador de Chile.
Es como ese Stanley Kubrick, el obsesivo y reclusivo director de películas tan memorables como Lolita o La naranja mecánica. También tiene un poco de Conrad McCarthy, el escritor de la imponente novela La carretera, un tipo que jamás concede entrevistas y a quien no se le ve en actos públicos.
Bielsa también tiene cosas de ese genio medicado de Brian Wilson, creador de piezas inmortales de la música como God only knows o Good vibrations. O incluso otro poco de Bob Dylan, con sus extravagancias, su fobia a las masas y sus ansias por crear cosas hermosas.
Ver a Bielsa es estar delante de alguien que parece un gigante por esa forma de hablar que tiene, por esa mirada fija en un punto de la mesa, deslizando las palabras, soltándolas varios segundos después de haber pasado por su cerebro.
También seduce por esa valentía que tienen sus equipos, por mucho que éstos aparezcan habitualmente condenados a la derrota. Y por esa compasión que genera aquél que siempre perdió más veces de las que mereció. Por todo ello, y por mucho más, Bielsa ya es inolvidable